Ya no deseábamos anclar el templo en la oscuridad. Una desbordada sed de luz levantó las grandes catedrales. La cotidianidad sórdida de unas ciudades insalubres y una vida dura encontrarÃa su oasis de paz y recogimiento en la nueva “ecclesia majorâ€. La catedral eleva al humano, lo empuja hacia lo Alto, pero a la vez, es refugio, escuela, espacio de encuentro... Es el primer espacio casi democrático en el que los ciudadanos nos revelamos como iguales. Tras las furiosas llamas de hace unos dÃas, habrá que poner de nuevo la tapa a ese sÃmbolo de la cristiandad que sigue siendo Nôtre Dame, pero la cristiandad puede comenzar a pensar también en el templo de un futuro más ancho e inclusivo. Al fin y al cabo, la Gran Dama, el Eterno femenino siempre deseará acoger, al margen de la adscripción religiosa, más hijos en su regazo. Quizás no se trata tanto de volver a las profecÃas del pasado, sino de atender a los signos del futuro, en este caso al interrogante que el fuego pudiera esconder. No sabemos si Nostradamus tenÃa ventana al futuro, pero sà podemos constatar que las llamas han enlazado, que el fuego ha traÃdo su debida recompensa en forma de resurgimiento de la fe, la fuerza y el alma colectivas. El humano no se rendirá. De entre las brasas aún calientes surge un coraje nuevo. Las catedrales caen, pero seguiremos mirando con esperanza a lo Alto. Dicen que causa zozobra que "Nôtre Dame" ardiera cuando está en cuestión Europa, pero los gigantescos andamios no tardarán en adherirse a los formidables muros medievales, y nosotros no tardaremos de curarnos de todos los "exits" y sus virtuales contagios. ¿Habrán pretendido las llamas apresurar la historia? ¿Es el fuego o un anhelo de luz añadida la que ahora levanta la cubierta de Nôtre Dame? Una espiritualidad más universal quizás llame a la puerta de ese icono de la primera Europa que representa Nôtre Dame. Si la cuestación para sufragar los gastos de recuperación es popular, quizás haya también que comenzar a abrir micrófono y altar. Lo que ahora se gesta en cuanto a acercamiento de las tradiciones y fés pueda tener cabida bajo un techado renovado. Buena masa y recia madera también para los espacios religiosos cada vez más compartidos que toca levantar. Emmanuel Macron lo sentenció bien raudo: «Cette cathédrale, nous la rebâtirons ensemble». Las llamas han unido y la inyección del capital social para la reconstrucción hará del templo algo más de todos. El Cielo olvidará el espeso humo que lo anocheció antes de la hora. La afilada torre de piedra volverá a horadar el azul sobre la gran ciudad. Recordaremos cuando las llamas, sobre todo las cenizas del arte y la historia, nos enlazaron. Nos convoque para entonces algo más que el pasmo ante el fuego. |
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